Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. — HEBREOS 11:1
Cuando éramos pastores, recuerdo a una mujer que trajo a su madre desde otro condado para vernos.
Margene trajo a su madre, que tenía sesenta y siete años y había estado internada en el manicomio de Wichita Falls, Texas, porque había perdido la cabeza. Margene nos explicó que las autoridades estatales se habían puesto en contacto con ella y sus dos hermanas para ver si una de ellas podía quedarse con su madre. El estado dijo que pagarían para que la hija se quedara con su madre.
La madre no había respondido a la atención institucional. Los que estaban en la institución le dijeron a Margene: “No podemos ayudar a tu madre. Su mente nunca estará bien”. No estaba salva y no se esperaba que viviera mucho más. Iba a morir e ir al infierno.
Cuando miré a la madre a los ojos, noté que no se veían bien. Estaban apagados y apáticos. Margene sacudió a su madre, le puso la mano en el hombro y le dijo: “Vamos, mamá, levántate ahora. Tenemos que irnos a casa, porque tengo que volver a tiempo para preparar la cena”.
Cuando Margene la sacudió de esa manera, de repente parpadeó y me miró. Entonces dijo lo único sensato que había dicho en todo el día: “¿Me sentiré mejor algún día?”.
Inmediatamente pensé en Marcos 11:23: “Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. La señalé con el dedo y dije: “Sí, lo harás, en el nombre de Jesús”. Eso fue todo lo que dije.
Margene metió a su madre en el coche y la llevó a casa. Ahora no parecía nada mejor. Seguía luciendo tan loca como siempre. Pero para mí, eso lo resolvió. Le dije eso con fe. La fe no se conmueve por lo que ve. La fe no se conmueve por lo que siente. La fe no se conmueve por lo que oye desde el punto de vista natural. La fe se conmueve solo por lo que dice la Palabra.
Confesión: No me conmueve lo que veo. No me conmueve lo que siento. No me conmueve lo que oigo desde el punto de vista natural. Me conmueve sólo lo que dice la Palabra.
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