Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o: ¿Quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón; esta es la palabra de fe que predicamos . —ROMANOS 10:6–8
Mi propia hermana murió de cáncer a los cincuenta y cinco años. Cinco años antes, cuando tenía sólo cincuenta años, había tenido otro tipo de cáncer. El médico dijo que no había relación entre los dos cánceres.
Cuando ella tenía cincuenta años y tuvo cáncer, oré al respecto. El Señor me dijo: “Porque me lo pediste, la voy a sanar. Le voy a dar cinco años más de vida, pero entonces ella tendrá que hacer algo por sí misma”.
Ella fue salva y llena del Espíritu Santo. Era maestra de escuela dominical en una iglesia del Evangelio Completo. Pero eso no garantiza que nunca tendrás pruebas ni tribulaciones en tu cuerpo, o que recibirás sanidad automáticamente.
Así que la siguiente vez que tuvo cáncer, Dios comenzó a decirme con dos años de anticipación que iba a morir. Bueno, hice lo mejor que pude para cambiarlo. Ayuné y oré, pero no pude cambiarlo. Ella era la que tenía que cambiarlo. Tenía que creer la Palabra de Dios en su corazón. Tenía que hablar la Palabra de Dios con su boca. Yo ya no podía hacerlo por ella.
Confesión: No puedo confiar en la fe de otra persona para lograr cosas en mi vida. Debo creer en la Palabra de Dios en mi propio corazón. Debo decir la Palabra de Dios con mi propia boca.
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