Pero sin fe es imposible agradarle: porque el que se acerca a Dios debe creer que él existe y que es remunerador de los que le buscan con diligencia. — HEBREOS 11:6
Hace varios años, durante los primeros días del movimiento pentecostal, leí acerca de un destacado evangelista sanador. En una reunión en particular, había cuatro personas en sillas de ruedas que habían sido empujadas hacia el frente. Después de que el evangelista predicó y dio la invitación, salió de la plataforma y habló a los que estaban en sillas de ruedas.
Le dijo al primero: "Te ordeno que te levantes y camines en el Nombre de Jesús". Simplemente se levantó y salió de esa silla. El evangelista le dijo al segundo: “Te mando que te levantes y camines en el Nombre del Señor Jesucristo”. Se levantó y se levantó de la silla. Luego le dijo al tercero: “Te mando que te levantes y camines en el Nombre del Señor Jesucristo”. Se levantó y salió de la silla. El evangelista le dijo al cuarto: “Te mando que te levantes y camines en el Nombre del Señor Jesucristo”. Y él dijo: “No puedo. ¿No viste que me empujaron hasta aquí? El evangelista tuvo que marcharse y dejarlo allí.
Algunas personas podrían decir: “Si ese evangelista sanó a tres de ellos, ¿por qué no sanó al cuarto?” El evangelista no curó a ninguno de ellos. El Señor sanó a tres de ellos. ¿Por qué el Señor no sanó al otro? Porque el cuarto no actuó según lo dicho.
Dios honra la fe. Dios es un Dios de fe. Él opera sobre principios de fe. Descubra cómo Dios obra y trabaje con Él. Entonces obtendrás resultados.
Confesión: Actúo según lo que Dios dijo en Su Palabra. Dios honra la fe. Él es un Dios de fe. Elijo cooperar con Él y actuar según los principios de la fe. Entonces veo resultados.
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