El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende. — SALMO 34:7
En mayo de 1952, mi esposa y mis hijos viajaban conmigo a una reunión en carpa en Nuevo México. Cuando mi madre se enteró de nuestros planes de viaje, dijo: “¡Cuidado en el camino! Hay tantos naufragios. Cuando estás de viaje, me quedo despierto toda la noche rezando por tu seguridad y esperando que suene el teléfono con la noticia de que has estado en un accidente. Pero sé que estás orando cada minuto que estás en el camino”.
“No, nunca lo hago”, respondí.
“Oh, hijo, ¿qué te pasa?” ella dijo.
“Nada más que la Palabra”, dije, “Jesús ya ha dicho, ' . . . Nunca te dejaré, ni te desampararé ' (Heb. 13:5). Así no tengo que ir por el camino rogándole a Jesús que esté conmigo. Siempre empiezo diciendo: 'Padre Celestial, estoy muy agradecido por Tu Palabra. Estoy tan contenta de que Jesús esté conmigo. Estoy tan contenta de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo estén dentro de mí.' Entonces voy cantando y regocijándome. Dios ya me ha dicho en el Salmo 91 que ningún mal me alcanzará. Y la traducción sueca de ese pasaje dice: 'Ningún accidente te alcanzará'”.
Confesión: Jesús nunca me deja. Los ángeles acampan a mi alrededor. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven dentro de mí. ¡Ningún accidente puede alcanzarme!
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