Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. — Génesis 3:15
El hombre cayó.
Pero Dios tenía un plan, un gran plan: ¡ la redención ! Dios asumió las responsabilidades de las transgresiones del hombre y lo redimió del dominio de Satanás. Dios tenía un plan para devolverle la vida al hombre. El plan de Dios permitió que la naturaleza del hombre volviera a estar en armonía con la naturaleza de Dios.
Dios no puede ignorar las transgresiones del hombre. La justicia exigió que se pagara la pena por el crimen del hombre, pero el hombre mismo no pudo pagarla. Por lo tanto, debido a que el hombre no podía salvarse a sí mismo, Dios tuvo que proveer un Redentor.
Tan pronto como el hombre cayó bajo el dominio de su enemigo, Satanás, Dios comenzó a hablar Su plan acerca de Aquel que Vendría. ¡Este, la simiente de la mujer (porque fue profetizado que una mujer daría a luz a un niño independientemente de la generación natural) rompería el dominio de Satanás sobre el hombre! ¡Éste liberaría a los hombres! ¡Éste heriría la cabeza de la serpiente!
En lenguas orientales, “herir la cabeza” significa quebrantar el señorío de un gobernante. Cuando Dios habló esas palabras a Satanás en Génesis 3:15, Satanás acababa de entrar en el dominio que debía pertenecer al hombre. Pero Dios anunció que su Maravillosa Simiente de la mujer vendría a quebrantar el señorío de Satanás.
Confesión: Gracias, Padre, por Tu gran plan de redención, que Tú planeaste y enviaste al Señor Jesucristo a consumar.
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