El cual [Cristo Jesús] , siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. — FILIPENSES 2:6-8
Cristo siempre ha existido en la forma de Dios. Pero se despojó a sí mismo
y tomó la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres.
Esto sugiere una operación distinta de Dios totalmente diferente de la
generación natural: un milagro. Primero, Dios tomó a Cristo de la Deidad en el
Cielo, y luego colocó a Cristo en el vientre de una virgen para
unirlo con la carne en una concepción única.
Por lo cual, cuando viene al mundo, dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo. — HEBREOS 10:5
Dios preparó un cuerpo —un cuerpo especial— para este Ser llamado Hijo de Dios. ¡En la Encarnación, Cristo se hizo hombre!
Confesión: Gracias, Jesús, por despojarte de Ti mismo y hacerte semejante a los hombres. Era nuestra única esperanza. Gracias por humillarte y hacerte obediente hasta la muerte; sí, hasta la muerte de cruz. Y gracias, Padre, por exaltarlo hasta lo sumo, y por darle el Nombre que está sobre todo nombre. En ese Nombre mi rodilla se dobla, y mi lengua confiesa que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:9,10).
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