Pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestó, y les dijo: Señores, veo(percibo) que este viaje será con dolor y mucho daño, no sólo de los carga y barco, sino también de nuestras vidas. — HECHOS 27:9,10
Pablo no dijo: “Tengo una revelación”, o “el Señor me lo dijo”, o “el Señor me lo reveló”. Él dijo: “Percibo”. Este era solo un testimonio interno que tenía. Percibió algo espiritualmente.
Una familia de siete salió a comer. La comida de los niños ya había llegado a la mesa cuando el padre dijo de repente: “Vamos rápido a casa. Solo tengo la percepción de que deberíamos irnos”. Cuando llegaron, se encontraron con que se había iniciado un incendio en su casa. Lo supieron apagar. Si nos volviéramos más conscientes del espíritu, se podrían evitar muchas cosas.
“Bueno, Dios hizo eso. Tenía algún propósito en ello”, dirá la gente. No, nosotros fallamos porque no escuchamos. Si los marineros hubieran hecho caso a Pablo, podrían haber salvado el barco y toda la mercancía.
Dios no es enemigo del hombre; Él está tratando de ayudarnos. Él no está obrando contra nosotros; Él está trabajando para nosotros.
Confesión: El Espíritu del Señor está en mí para ayudarme. Él está trabajando para mí. Percibo Su dirección y Su ayuda espiritualmente. Soy consciente del espíritu.
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